La Nación, Suplemento de Comercio Exterior, 15 de Septiembre de 2020.
Entrevista a Marcelo Regúnaga, Coordinador del Foro Argentino de GPS y dos veces secretario de Agricultura de la Nación.
La Argentina tiene potencial y mercado en el mundo de los agroalimentos pero el cambio permanente de las reglas de juego hace que no lo pueda aprovechar. Marcelo Regúnaga, dos veces secretario de Agricultura y director académico del Área de Agronegocios e Industria Agroalimentaria de la Universidad de San Andrés (UdeSA) insiste con el concepto: “Hay mercado, el problema es que para cualquier actividad de inversiones de largo plazo se requieren políticas claras, reglas de juego predecibles”.
Repasa que las economías de Asia y las de África del norte crecieron en los últimos años y generaron un incremento de sus clases medias y de la demanda de proteínas. En sus exposiciones suele graficar la magnitud de este despegue con que “cada dos años se construye una Argentina en China”.
Entiende que lo que pase en la alimentación mundial en los próximos 30 o 40 años va a depender de cuánto crezca Latinoamérica y cuánto Asia”, ya que países como China y la India están aumentando su producción pero no les alcanza para abastecer el consumo local, mientras que la de Sudamérica podría expandirse más y proveer esos mercados.
Las economías regionales, la bioeconomía y el agregado de valor son, a su entender, los potenciales que la Argentina no debe desaprovechar. Sobre el segmento de la producción orgánica -donde el país tiene presencia- advirtió sobre una amenaza. “La Unión Europea está planteando una rediscusión del pacto verde y espera, en un plazo breve, que el 30% de toda la agricultura sea orgánica. Si se cumple es posible que pierdan posibilidad de exportar y hay que ser precavidos, porque esa producción subsidiada estará creciendo de manera significativa. La Argentina, más bien, debería concentrarse en el agregado de valor”.
-¿El mundo le juega a favor a la Argentina?
-La Argentina viene desaprovechando la oportunidad en todo lo que va del siglo 21 a partir de un crecimiento importante de la demanda de emergentes como China, Vietnam y Corea del Sur. En Latinoamérica, incluso, la aprovechan mucho más Brasil, Uruguay y Paraguay. Acá se limitan importaciones y hay fuerte carga impositiva…Hay temas muy importantes que hacen al cambio en la demanda mundial de alimentos.
-¿Por el mayor consumo de proteínas en oriente?
-Por eso, porque se demandan más productos de mayor valor agregado, porque cobraron importancia el blockchain y la trazabilidad. El consumidor chino compra desde el celular y no limitan a un commoditie. La Argentina debe sumar valor agregado; tiene con qué. El cambio tecnológico permite aumentar la productividad de los granos. Estamos produciendo tres millones toneladas y podríamos llegar a cuatro millones y ganar participación no solo en China, Vietnam, Corea, Indonesia sino en varios países del norte de África. También corre esto para la transformación de carnes y lácteos.
-Hay otros países que le ganan mercado a la Argentina.
-Por ejemplo, Nueva Zelanda pero tiene cierto techo de volumen. China importa leches para bebés, un producto de altísimo valor y mucha demanda; ahí por ejemplo, existe una oportunidad. Pero también hay chances con nuevas tecnologías en las que la Argentina avanzó mucho, como son los esquemas de certificación que atienden las demandas que plantean los consumidores. En ese modelo, hay un gran potencial. El problema es que a medida que uno avanza en agregado valor y respuestas de largo plazo empiezan las dificultades para la producción porque se requieren unos seis años de procesos de inversión y la inestabilidad macroeconómica es un escollo enorme. El país tuvo una revolución agrícola luego de 10 años de estabilidad y desregulación pero buena parte de eso se complicó, se ha vuelto muy difícil exportar y mucho más para las Pymes que agregan valor falta.
-¿En qué nichos ve esas posibilidades?
-Hay empresas muy interesantes. Por ejemplo, las que hacen enlatados de vegetales tienen muy buen nivel de calidad pero enfrentan problemas como el tipo de cambio, el alza de costos, la inflación, los insumos que no se pueden importar… El mercado está, el problema es que para cualquier actividad de inversiones de largo plazo se requieren políticas claras, reglas de juego predecibles.
-La demanda de alimentos orgánicos que crece, ¿puede ser aprovechada por la Argentina?
-Hay actividades, como es la producción de la carne, hay un sistema de producción muy amigable con el ambiente; las principales cadenas plantean certificación de carbono bajo o neutro. Esa exigencia nos permite empezar a diferenciar productos. Por ejemplo, Uruguay ha vendido mejor su “imagen verde”. La Argentina tiene eso y una marca.
-¿Y el resto de los alimentos orgánicos?
-La producción orgánica es de nicho. Permite agregar precio pero los mercados son pequeños y, en muchas oportunidades, hay una pérdida de productividad al pasar de un sistema tradicional de producción a uno orgánico. Ese 20% o 30% más que se puede lograr empieza a perderse después de un tiempo. No son productos que se pueden pensar masivamente. La Argentina es un productor importante de orgánicos. Hay una amenaza: la Unión Europea está planteando una rediscusión del pacto verde y espera, en un plazo breve, que el 30% de toda la agricultura sea orgánica. Si se cumple es posible que pierdan posibilidad de exportar y hay que ser precavidos, porque esa producción subsidiada estará creciendo de manera significativa. La Argentina, más bien, debería concentrarse en el agregado de valor.
-¿Cuánto impactan en la búsqueda de nuevos mercados los cambios de reglas?
-En el caso de las carnes es importante, pero es un problema en general. Es un problema la falta de políticas de Estado, el cambio las reglas de juego todos los días. Imagínese una empresa que hace una estrategia exportadora y restringen las operaciones; o decido hacer trigo y maíz y hay problemas con los fertilizantes. En la cría de ganado, los animales más pesados que demanda la exportación son de respuestas lentas; llevan años y si, en el medio, modifican las condiciones se genera un problema. De esa manera se desalientan, más de una vez, a un productor o una iniciativa que ponen el esfuerzo de desarrollo de mercado y organizan una plataforma de destino que difiere de producir un commoditie. Se requiere de políticas de largo plazo; se necesitan de apoyos del sector público, de las alianzas con los privados.
-¿Qué países avanzaron en esa línea?
-Podemos mirar el éxito de Australia, Nueva Zelanda e incluso de Brasil. Para casos así ayudan los estudios de mercado, las plataformas logísticas, todos los trabajos de inteligencia. Lo que era la Fundación Exportar o la Agencia de Inversiones no tienen presupuestos importantes y los necesitan. El esquema no es solo promoción del comercio, también se deben avanzar en alianzas empresarias, en la integración vertical de distintas formas de cooperación. La articulación público privada es importante. Está el mercado, tenemos la potencialidad no creamos el entorno económico.
-¿Cuánto distorsionan los impuestos las posibilidades de exportación?
-Toda la política que grava al comercio exterior es un problema que desemboca en los puertos. Los impuestos en cascada que se fueron agregando perjudican más al interior. La política arancelaria es la más antifederal posible. En las economías no pampeanas tenemos enormes posibilidades, pero tampoco las aprovechamos. Incluso abren alternativas para el crecimiento del empleo, para las poblaciones del interior.
-Hay sectores que insisten en que los biocombustibles son otra vía que el país podría explotar…
-La bioeconomía es de enorme potencialidad; son todas las transformaciones que se pueden dar a la biomasa para agregar valor diferenciar al producto primario, se genera más valor unitario. Por ejemplo, en Córdoba la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) o Bio4 en lugar de vender un commoditie generan energía, producen alimentos para animales con los residuos sólidos. Si uno sigue el proceso se hace gas carbónico, se pueden generar biofertilizantes. Hay enormes posibilidades de agregado valor. Lo mismo pasa en el sector forestal; todos los residuos se pueden usar en desarrollos para generar electricidad. Las políticas públicas no le prestan la suficiente atención a este segmento que es clave. Tuvimos escasez de gasoil, no había dólares para importar y en vez de usar biodiesel en más proporción o más etanol en las naftas, redujimos la mezcla. Si queremos una estrategia de más agregado de valor en el interior hay que modificar la estructura impositiva actual que es antifederal. Hay muchas declaraciones de funcionarios pero las realidades son otras. Las reglas de juego implican tener una agencia, una estructura tributaria que no limite y estabilidad en las normas.