Marcelo Regúnaga, La Nación, Campo, 26 de junio de 2021
El siglo XXI plantea nuevos y mayores desafíos para atender la creciente demanda mundial de alimentos, ante las restricciones en la disponibilidad y uso de los recursos naturales, así como los impactos negativos en el cambio climático del actual modelo de desarrollo económico. Necesitamos producir más y mejores alimentos con menos recursos, y de un modo más amigable con el ambiente. Estas preocupaciones dieron lugar a que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) convocara, para septiembre de 2021, a una Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios.
Los documentos preparatorios de la Cumbre parten de un diagnóstico crítico de los sistemas alimentarios vigentes y promueven un proceso de transformación en cada uno de los países, para lo cual se han propuesto diversas actividades y eventos a realizar en cada país. En el Congreso de MAIZAR 2021 se abordaron estos temas con el ministro Luis Basterra y la embajadora argentina en la ONU, desde la perspectiva de la Argentina.
La Cumbre plantea un enfoque global y sistémico para atender a los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la ONU. Si bien estos objetivos son plausibles y los compartimos, la organización de la Cumbre se ha diseñado con un sesgo de ONGs europeas y proafricanas, sin tener en cuenta la visión ni la opinión de los sectores productivos y sociales del Mercosur. Hay escasos representantes de América en todo el proceso de la Cumbre; y los contenidos de los documentos preliminares, a nuestro juicio, no atienden de manera adecuada a las necesidades de la seguridad alimentaria mundial, ni a los objetivos de desarrollo de nuestra región.
Se menciona la necesidad de una visión sistémica de la alimentación desde la producción de los insumos hasta los consumidores. Sin embargo, en las actividades de la Cumbre se identificaron sólo cinco temas a mejorar, en los que está ausente el comercio mundial, que entendemos debe cumplir un rol estratégico para viabilizar las transformaciones de los sistemas productivos de los países que las requieren, equilibrando los déficits alimentarios entre países y regiones.
Una parte sustancial del consumo mundial de alimentos se abastece hoy con importaciones, y las proyecciones para las próximas décadas destacan que el comercio seguirá jugando un papel crítico en el sistema alimentario global. La carencia de una línea de acción sobre el comercio y la falta de participación de representantes de la producción y el comercio en la estructura institucional de la Cumbre no reconocen el rol estratégico del Mercosur y de América para contribuir a la seguridad alimentaria mundial con sistemas sostenibles. Los productores de la región fueron dejados de lado, pero deben integrarse a este debate, por ser el principal actor en los mercados internaciones de alimentos y por albergar una inmensa riqueza de recursos naturales y biodiversidad.
- La siembra directa, que reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y permite un uso más eficiente del agua de lluvia y el secuestro de carbono en el suelo;
- Las rotaciones y cultivos de cobertura, que mejoran la estructura y biología del suelo y reducen el uso de fertilizantes químicos;
- El control integrado de plagas, basado en semillas con genes resistentes a herbicidas e insectos y nuevas moléculas que permiten menor uso de agroquímicos;
- La agricultura de precisión para el uso eficiente de los insumos (semillas, fertilizantes).
En síntesis, la Cumbre brinda una oportunidad para posicionar a la región como una solución para la seguridad alimentaria global con sistemas sostenibles y amigables con el ambiente. Pero al mismo tiempo enfrentamos el desafío de participar activamente en su proceso actual y en su institucionalidad futura, para que se incorporen nuestras realidades y objetivos de desarrollo sostenible, como fueron planteados por la ONU.
El autor es coordinador del Grupo de Productores del Sur (GPS) en la Argentina