Marcelo Regúnaga, integrante del Grupo de Países Productores del Sur, fue el moderador este lunes (11) del panel «Comercio Internacional y Seguridad Alimentaria: la visión de los países importadores y exportadores», en el marco del Simposio de Comercio y Desarrollo Sustentable, organizado por el Centro Internacional para el Comercio y el Desarrollo Sustentable (ICTSD, por sus siglas en inglés), desarrolla con ocasión de la 11ª Ministerial de la OMC que se lleva a cabo en Buenos Aires hasta el 13 de diciembre.
La demanda por materias primas está en crecimiento en todo el mundo, y el comercio juega un papel fundamental en esa dinámica. Para los países de bajos ingresos, el comercio de alimentos representa una parte fundamental de su actividad económica y una porción creciente de sus costos de importación.
Según Marcelo Regúnaga, la problemática implícita en la producción de alimentos no puede separarse del cuidado del medio ambiente, cambio climático y la demanda de alimentos para fines como la fabricación de combustible de origen vegetal. El experto -miembro del Consejo Consultivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, CARI- resaltó la importancia de que la OMC haga lugar a la discusión del acuerdo SPS sobre medidas sanitarias y fitosanitarias, y la posibilidad de establecer acuerdos entre países importadores y exportadores para garantizar la seguridad alimentaria.
Ekaterina Krivonos, miembro del Consejo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, dijo durante su intervención que el rol de la Organización Mundial de Comercio es crucial en la problemática de la seguridad alimentaria. Y resaltó los subsidios internos, el almacenaje de alimentos por parte de los gobiernos, los mecanismos especiales de salvaguarda y las restricciones a la exportación de alimentos -que imponen algunos gobiernos para controlar los precios internos, como sucedió en varios países de Africa y America en 2008- como factores que deberían ser discutidos y eventualmente reglamentados por la OMC. Sobre las restricciones a la exportación, Regúnaga intervino para resaltar la experiencia argentina, cuyo gobierno hasta 2014 las impuso para varios productos agropecuarios, y a su juicio generó distorsiones en el mercado.
Según la FAO, en 2016 unos 815 millones de personas no tuvieron acceso a una alimentación adecuada. Krivonos aclara que la mayoría de los afectados se encuentra en zonas de guerra o conflictos armados. «Debemos discutir las mejoras en la distribución de alimentos, porque muchas veces el problema no es la producción sino lograr que lleguen a las poblaciones», dijo la funcionaria.
A continuación la productora agrícola y activista estadounidense, Pamela Johnson, en representación de Maizall, The International Maize Alliance, hizo una enfática defensa de la necesidad de dotar a los productores agrícolas del mundo de elementos tecnológicos que les permitan sacar adelante sus cosechas. «Si a mí me va mal en una cosecha, a mis nietos no les sucederá nada, pero si lo mismo le pasa a una pequeña agricultora de Nigeria, sus hijos pasarían hambre», dijo la productora agrícola.
«Todos los agricultores del mundo necesitan acceso al conocimiento disponible y educación, investigación e innovación que pueda proveerles herramientas que les permitan cosechas mejores y más sustentables», explicó Johnson y alertó que los activistas que abogan por la ecología y atacan a los agroquímicos o las semillas genéticamente modificadas, atentan contra El Progreso de la agricultura. «No soy estúpida para envenenar el suelo que nos ha dado de comer a tres generaciones de mi familia», aseguró.
Chris Carson, director de Políticas Internacionales del Ministerio de Industrias Primarias de Nueva Zelanda, expresó en el panel que su país le da una gran importancia a la agricultura desde e lugar de consumidor y exportador de alimentos, pero que hay que diferenciar entre soberanía alimentaria y seguridad alimentaria.
Para Bipul Chatterjee, Director Ejecutivo del think-Tank CUTS International, el caso de India es paradigmático: allí debe proveerse de alimentos a una población de 1.300 millones de personas, donde 70% de los agricultores son de subsistencia y no poseen herramientas de tecnología. «El acceso a los alimentos, no la producción, es lo que garantiza la seguridad alimentaria», explicó Chatterjee.